miércoles, 23 de abril de 2014

Mi Vida

El hecho que haya decido escribir estas palabras, son las dudas, la incertidumbre, el miedo, la fatiga y la angustia que llevan años acompañándome. Desde que tengo uso de razón la GORDURA ha compartido la vida conmigo y junto a nosotras el desprecio. Me considero una persona muy abierta, dada a los demás. Nunca me ha gustado ver a nadie sufrir. De pequeña recuerdo a un grupo de niños en mi colegio. Se divertían haciendo daño a los demás; siempre usaban a los más débiles del colegio para cometer sus fechorías, entre esos niños estaba yo. Aunque mi apariencia física era de una niña corpulenta, fuerte, mucho mas alta que los demás, mi espíritu era débil. Se burlaban de mí por mi apariencia física, solo por eso. No se molestaron en ver más allá. Pero aún así no me han faltado personas a mi lado que desde pequeña me han querido, por tal y como soy. Y ahora incluso después de tantos años, siguen estando a mi lado, y no me refiero a mi familia. La familia, otro punto importante. “Siempre preocupados por mi”, o por el ¿qué dirán?....... Nací fruto de una relación de dos jovencitos de 16 y 19 años. Se casaron por amor y con amor me trajeron al mundo. Era la niña más feliz del mundo, protagonista de los cuentos que mi padre me contaba sentado en el sofá y abrazándome….como me gustaba ese momento, su olor, sus caricias. No le importaba hacerlo, incluso cuando llevaba más de 12 horas trabajando. Un padre comprensible, cariñoso. No le gustaba castigarnos y regañarnos a mis hermanos y a mí, esa parta se la reservaba a mi madre. Nunca le ha gustado vernos llorar. Mamá cosía vestidos que solo yo llevaba, jugaba a las casitas conmigo, me llevaba a la terraza con sus amigas donde lo pasábamos muy bien cantando y riendo. Yo era la muñeca de todas. Aún lo recuerdo como si fuera ayer. No les importaba si yo estaba o no GORDA, yo era feliz y eso bastaba. Lo peor vino después, a la hora de ir creciendo. Empecé a convertirme en una adolescente ENORME. Un cuerpo enorme, unos pies enormes y unas manos enormes. Pero el consuelo de mi madre siempre era, es que tú eres grande. Y con eso intentaba consolarme. Incluso me hicieron pruebas médicas para ver si sufría algún trastorno de crecimiento.

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